Shakira impone su arte en la Arena de Miami


Sensual, juguetona y dramática, la rockera pop colombiana Shakira, impuso su
arte el sábado, en la Arena de Miami, con un espectáculo de original
intensidad que la coloca, a los 23 años, en el estrellato de la música pop
latinoamericana.

La cantautora refulgió en el escenario como una Madonna al estilo latino
trabajando una imagen basada en belleza y talento.

Esta vez dorada la larguísima y abundante cabellera de siempre, más delgada
que de costumbre, vestida de violeta, con pantalones ajustados hasta debajo
del ombligo y una blusa que dejaba ver el sostén, respaldada por una
formidable orquesta de jóvenes y simpáticos músicos, Shakira deslumbró a un
público latinoamericano tan joven como ella, masculino y femenino, en su
mayoría integrado por colombianos y cubanos, y lo mantuvo de pie,
coreándola, desde la primera canción.

A las 9:30 p.m. --precedida de una tibia aparición del grupo Son by 4, que
cantó con pista-- Shakira se vio retadora al fondo del escenario, como una
aparición lejana, iluminada por reflectores violeta y turquesa, a los
acordes de una música de reminiscencias árabes. Enseguida se dirigió al
micrófono, sonriente, para iniciar la noche con sus populares temas ¿Dónde
estás corazón? y Si te vas. De ahí en adelante, se convirtió en una tromba
escénica que no dejó respiro a nadie.

La majestuosa escenografía de Anfibio Tour --el show que culminaba aquí
después de recorrer algunas ciudades latinoamericanas-- recuerda el espacio
sideral, con dos gigantescos telones plateados que enmarcan el escenario. El
del fondo se plegará y desplegará infinitamente a cada tema dejando ver
sugestivas proyeccciones.

La artista saludó a su fanaticada y la honró a su manera: ``Gracias por
entender mi música, ustedes son la sonrisa de mis labios''.

Shakira, acostumbrada a expresar al público su filosofía de vida y hacer
introducciones a sus canciones, dio fe de su origen tercermundista para
ilustrar ¿Dónde están los ladrones?. ``A veces cuando me llevo el pan a la
boca, me siento la peor de las ladronas'', dijo, antes de cantar el tema que
titula su más reciente disco.

La evolución de Shakira es evidente. Atrás quedó la adolescente que corría
agitadamente de un lado al otro del escenario, ensimismada, seria y vestida
de negro. Ahora ha descubierto el poder del sex appeal y la sonrisa, y ha
acentuado el belly dancing de sus ancestros, un arma eficaz para marcar aún
más su originalidad.

Con su maraña de pelo en constante movimiento, hincándose de rodillas,
tirando la base del micrófono al suelo o bailando un rockero belly dancing,
Shakira cautiva a los espectadores por el oído y por la vista: no permite
que los ojos se despeguen de ella ni se distraiga la atención de su canto en
la hora y media de concierto.

El público escuchó, coreó, bailó y aplaudió con entusiasmo sus temas, como
Si te vas, Moscas en la casa; Ciega, Sordomuda), pero tal vez Shakira
necesita replantearse la interpretación de la bella Alfonsina y el Mar, la
única canción del show que no es de su autoría, por no resultar
satisfactoria dentro del espectáculo.

La banda acompañante (intérpretes de guitarra acústica, percusión, violín y
piano) incluye músicos de Miami, entre los que se encuentra Rita Quintero,
en los coros; Midón, el guitarrista y cantante invidente argentino que ha
dejado de ser solista por un tiempo para acompañar a Shakira en su gira.

En el excelente concepto del show cupo perfectamente la interpretación de
rock, balada rock y dance music, donde cada canción (cuyas letras
inteligentes no siempre se entienden completamente), es un drama o un
divertimento, un camino para completar la jornada.

Después de dos ancores solicitados por el público, una lluvia de confites
multicolores despidió el show con alegría.

Con esta presentación, Shakira, que ha pasado de niña a mujer en los
escenarios, establece que ha dejado de ser una formidable promesa para
convertirse en una estrella verdaderamente seria.

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